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jueves, 2 de diciembre de 2010

Probando jugos

Ya varias horas habían pasado, no las suficientes como para que sintiera hormigas en las piernas, pero sí bastantes. No tenía hambre, más bien tenía en mi cerebro todas mis tripas, que habían explotado después de un ataque de rabia. Y uno por acá en San Antonio, sin poder disfrutar de la vista que siempre me ha gustado, las casas altas y coloridas repartidas cuidadosamente por las empinadas calles, y la gente, la gente…

Aún tenía rabia, rabia por saber que no sabía cuántas horas más iba a tener que caminar ni dónde ni qué iba a comer, que probablemente sería comida podrida. Y yo sólo observaba, las bolsas de basura, artísticamente distribuidas por los andenes, los andenes con huecos llenos de agua (acababa de llover) dónde los pajaritos y los perros se acercaban a refrescar sus amargas gargantas, después de haber comido de la misma comida podrida que probablemente yo tendría que comer dentro de unas horas.

Ahora, sentada en La Colina bajo un arbolito observo la gente. Él es uno de esos locos que están tan locos que parecen cuerdos y le hacen creer a uno que es uno el loco que no puede ver a quien con ellos está hablando, “¡vino a contarme las papeletas!,<¿¡Cuáles papeletas!? > , le dije yo, ¿qué pasó?”, grita extremadamente enfadado, ¿qué pasó?, eso me pregunto yo. Se aleja, se aleja, se fue, gritando. Está saliendo otro; es una casa cuadrada, amarilla con bordes verdes, enrejada; él sale por la puerta, como una persona normal, abre la reja y sale al andén, camina hasta la ventana de su propia casa y golpea con el dedo el cristal de la ventana, no sucede nada, sigue golpeando, saca la lengua, “aaaaaahh”, dice abriendo mucho los ojos. Golpea y golpea la ventana, sin meter la lengua, hasta que se asoma, corriendo la cortina, un gatito gris. Él parece no verlo, sigue golpeando la ventana.

Ahora sale una señora algo molesta, toma al personaje por el brazo y le dice algo, luego lo hala hasta adentro, cierra la reja con candado y de un empujón mete a este amigo tan curioso a la casa, entra ella y cierra de un portazo.

Para mi alivio la comida no estaba podrida. Me levanté del pasto. Una chispita con olor a ceniza calló sobre mi nariz, miré al cielo, lloviznaba. Retomé mi camino por una calle más bien solitaria, al llegar a la esquina me sorprendieron dos personajes algo viejos ya, vestidos con chaquetas de jean y muchas cadenas, tenían aretes en todas partes de la cara y el hombre levaba el pelo peinado en una cresta teñida de morado; la mujer, tenía sus delgadas piernas cubiertas por unas medias veladas bastante rotas y caminaba con algo de masculinidad. Pasé por su lado, poniendo esa cara que todos ponemos al encontrarnos con personajes de este estilo, para que no se note que creemos que son extraños. Él pasó igual de indiferente, pero ella de un momento a otro me tomó del brazo y me susurró: “cuídate de confiar demasiado”. Después de eso, me soltó y siguió su camino, no sin dejar un nosequé en mí que me volteaba la cabeza para mirarla mientras se alejaba.

Caminé algunas horas más. Ya fuera de San Antonio, la noche me rodeaba con todas sus características mágicasgeniales. Ahora sí que las hormigas me comían las piernas, pero no importaba, la noche era hermosa. Yo caminaba, sentía, cantaba y veía todas aquellas luces de colores a mi alrededor y me alegraba. No recuerdo si llegué a mi casa.

jueves, 14 de octubre de 2010

Transmutar

Te despiertas un día, estás en tu cuarto, es tu cama, tu almohada, tu cobija, es lo tuyo a tu alrededor. Te sientas un el borde de tu cama, tus pies tocan el suelo, está frío. Miras el suelo, miras tus pies. No son tus pies. Miras tus manos, no son tus manos. Entonces, ya algo desesperado, te levantas de tu cama y corres al espejo colgado en la pared; te miras, no es tu cara.

Te sientes volver loco. Gritas, pero de tu garganta emerge una voz que no es tuya.

Sales de tu cuarto, ahí están, por fortuna tus familiares siguen siendo los tuyos. Te llaman por tu nombre, para ellos tú eres tú, pero para ti ya no eres más tú.

martes, 28 de septiembre de 2010

Confiar

Días con final de película, así, como terminan la mayoría de películas gringas. Días en los que nadie habla sino que todos susurran palabras inentendibles para mí. Yo, como quien no quiere la cosa, estoy mirando el fino polvo blancuzco que se levanta entre las piedritas grises que crujen y se quejan mientras las pisotean y las aplastan a la vez que el sol trata de derretirlas. Todos se van, enmascarados, cada uno en su burbujita, viviendo egoístamente su propio final. ¿Y a mí?, a mí me toca… esperar, ver el final de cada uno de ellos. Esperar. A mí me toca vivir mi soledad, vivir mi soledad esperando que las sombras revivan con las tenues luces de la noche. Esperar mi fin, que va más allá del fin de cada uno de ellos, esperar que a mi día lo alcance la muerte en un estudio de ballet. Que lo alcance la muerte, como todos los lunes, tan caracterizados por sus segundos caóticos.

martes, 14 de septiembre de 2010

Brisa en las pestañas.

La soledad que, como todos las mitades de semana, invadía el lugar con su viento escalofriente y frío, me llevó a perder mis pasos en una búsqueda desesperada de su rostro en algún punto perdido de la pared blanca. No había yo dejado caer mis párpados cuando me encontré allí, chasqueando el aire con mi lengua y el sonido parecía suspenderse interminablemente en el aire y luego se difuminaba con mi respiración más lento de lo que cae un cadáver de araña.

Los colores que me rodeaban eran, simplemente, insípidos; no me apetecía probarlos. El viento terminó por borrarlos de su lugar y dejarlos revueltos como una mancha gris en mi ojo izquierdo.

En aquel momento un líquido ácido y verdosamente descolorido comenzó a burbujear en mi cerebro y... ¡váya sensación relajante!

Entonces eran las cinco de la mañana y una luz perezosa entraba por el hueco enrejado de el cuarto en el que me encontraba; el cuarto blanco en el que deseé encontrar su rostro, sin éxito alguno.

Miré mis manos, eran de metal aguado. Recordé el día en el que mis dedos pudieron sentir la acuosidad púrpura de tu cuerpo perdido entre las cortinas grises que hacían de cobijas en quella noche que fue interminable mientras duró.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Inusualmente.

La luna, considerablemente adelgazada y acompañada por Venus, alumbraba de una manera extrañamente inusual el cielo, inusualmente azul.

En aquel lugar frío, alto y desolado se veía una silueta, en realidad eran dos, dos siluetas muy juntas. Estaban ellos ahí, juntos, silenciosos, en su lugar inusual: el techo. Estaban ellos ahí, abrazados, envueltos en el susurro, un poco sofocante, de sus besos y caricias. De vez en cuando se oía un suspiro o un “te quiero” que el silencio asesinaba sin pensarlo siquiera una vez.

Ni siquiera ellos sabían en ése momento lo que eran, sólo sentían, sólo querían sentir, sentirse el uno al otro, cerca, como no lo estarían al día siguiente. Se extrañarían, los dos lo sabían, y no eran capaces de soportar la idea de saberse separados.

Ellos que se amaban, ellos que seguramente algún día dejarían de hacerlo. Ellos estaban inusualmente juntos, inusualmente fríos, inusualmente silenciosos, en el techo inusualmente negro, con la noche inusualmente oscura, las nubes inusualmente blancas y amándose de una manera inusualmente hermosa.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Huevos fritos.

Mañana de domingo, ¿qué hace uno una mañana de domingo aparte de mirar el cielo por entre las hojas de los árboles de mí jardín, sentir el frío y acordarse de que se está vivo?.

Se está vivo porque se quiere vivir, porque se cree en la posibilidad de la felicidad plena en una vida simple, una vida en la que puedes despertar y oir pajaritos detrás de la pared tras tu cabeza, mirar por la ventana sin cortinas y ver vida verde, tener colección de alas de hadas que han pasado por tus ojos y no han soportado la idea de ragalartelas. Se está vivo porque se quiere caminar descalzo, se está vivo porque se quiere tomar agua, se está vivo porque se quiere dibujar mundos para otros, se está vivo porque el frío es hermoso.

En definitiva: se está vivo para poder fritar dos huevos cada mañana de domingo.

sábado, 28 de agosto de 2010

Noche del 11 al 12 de Agosto de 2010


Soñé que la música era líquida, de colores, y que se almacenaba en frasquitos de vidrio. Las canciones sólo se podían escuchar una vez, después de el frasco haber sido abierto la melodía comenzaba a sonar y terminaba al secarse el agua de color.

viernes, 6 de agosto de 2010

No debí.















Al mirar atrás, recuerdo...

Los días que te esperé, con un suspiro en el pecho.


Las noches que te añoré, con fuego recorriendo mi cuerpo.


Las palabras que escuché, como canción en mi oídos.


Las estaciones que pasé, recordandote sin remedio.


Los besos que te regalé, sin tú si quiera saberlo.

Los secretos que guardé, que se los ha llevado el viento.


Las lágrimas que perdí...y ahora... no las encuentro.

Todo lo que entregué... como esperando recibir algo.


Los poemas que escribí, tratando de calmar mi alma.


Las canciones que escuché, soñando que eran de tus labios.


El fuego que sentí, al encontrarse nuestros cuerpos.


La satisfacción que sentí, cuando te sentí tan cercano.


El deseo de correr, cuando te fuiste de mi lado.


Hoy al mirar atrás...recuerdo... y vuelvo a vivir... libélula

martes, 27 de julio de 2010

El señor búho.

[12:58 am]
Quiero llorar, quiero subir al balcón, tragarme las estrellas, quiero gritarle al cielo que deseo que me mate. Quiero gritar tan fuerte que puedas escucharme, escuchar que yo te amo. Quiero reventar tus tímpanos de gritarte que te odio, que sos un grandísimo hijo de puta. Que odié todas aquellas veces que acariciaste mi cabello, cuando pasabas tus manos por mi cara, las veces que tocaste mis labios, y las cosas que me susurraste al oído.

¿Por qué?, es que... maldíta sea, no encuentro una razón. ¿Es que acaso no puedo evitar que mis labios tiemblen y mis ojos ardan cada vez que me acuerdo de vos?, grandísimo maldito.

Se me caen los ojos a gotas cada vez que recuerdo tu forma de pronunciar mi nombre, tus abrazos, la forma en la que tomabas mi mano, la apretabas y tu cara se desesperaba porque tenías que hacer un esfuerzo sobrehumano para soltarla.

Maldita sea la ternura de tus ojos y tu voz cuando dijiste adiós.

(Malditas tus palabras)
[1:18 am]-------------------------------------------

lunes, 12 de julio de 2010

Pajaritos

¿Pues qué digo?
Resulta que me fui a la casa de una conocida allegada a la cual tengo mucho cariño (en otras palabras: una amiga); fuimos a Chipichape, comimos, hablamos, reímos, miramos, nos burlamos de la gente, nada trascendental en todo caso. Lo curioso es que a mí nunca me ha gustado ese plan de salir a centros comerciales, pero no es tan malo hacerlo de vez en cuando; éso sí, que no haya mucha gente porque las montoneras sí que son malucas.

Se puede decir que la pasé bien, me gustó estar con ella, además escuchamos Papa Roach, Linkin Park y otro grupo que no recuerdo (la verdad no recuerdo casi absolutamente nada de lo que hicimos).

Recuerdo que ella fue por algo y yo me quedé sola en el cuarto, me tiré en su cama y cuando ella volvió me dijo: "¿por qué no te quedas a dormir?", a lo que yo respondí: "ok".

Llamé a mi casa: "voy a quedarme a dormir", dije, "¿me traen algunas cositas?"

Nos acostamos tardísimo y nos levantamos faltando 10 minutos para la una de la tarde. Pofff. Yo no me acuerdo, fuimos a comprar unas galletas y a llamar a el novio de ella. Luego subimos y... bueno sí, nos metimos a una cosa con agua a "nadar", no nadamos, no se podía, era muy pequeño el espacio.

Solo sé que regresé a mi casa muy tarde, ya en la noche de ése día. Llegué a dormir, apenas saludé, caí como un pedazo de algo muy pesado sobre mi cama y me quedé dormida tal cual estaba.

A la mañana siguiente, ustedes ya saben que mi ventana da al jardín, desperté con pajaritos en los oídos, ni siquiera había abierto los ojos cuando me di cuenta de que me había despertado. Entonces un pensamiento poco usual asaltó mi cabeza, sentí el frío en mis manos y las palabras llegaron a mi cabeza: "Qué depresión... esta casa... mi cuarto. Me gustó más el despertar de ayer".

Me senté en el borde de la cama con las piernas cruzadas, abrí los ojos y miré el suelo blanco, el frío se le veía por encima y yo estaba descalza. Pensé en una frase de Mafalda: "Cuesta juntar ánimos para bajar al mundo".

sábado, 10 de julio de 2010

La Hucha Voladora

(Verán, no se encuentran muchas imágenes de cerdos voladores respetables)

Mi mamá me regaló una alcancía con forma de cerdito por mi cumpleaños, era rosada y gorda, con las letras “TAIWAN” estampadas debajo. La coloqué en el alféizar de la ventana de mi dormitorio y cada semana depositaba en ella una parte de mi mesada a través de la ranura. Un día decidí comprar una nueva cunita para la casa de muñecas, le di la vuelta a la alcancía, abrí la ranura y la agité muy fuerte encima de mi cama… no salió nada, ni un peso.

-¡Ha desaparecido!-grité-¡he estado guardando mi dinero durante semanas y no hay nada!, ¿qué ha sido de mi dinero?

-Yo me lo comí.

-¿Qué has dicho?-No podía adivinar de dónde provenía esa voz.

-Tú me diste de comer el dinero, así que me lo comí.-repitió el cerdito.

-¡Vaya!, ¡puedes hablar!

-Sí, cuando alguien me habla a mí.

-En tal caso, dime, ¿dónde está mi dinero?

-Te lo he dicho, me lo comí.

-Pero ahora no está en tu estómago.

-Ya lo he digerido-dijo Taiwán-¿de dónde crees que los cerdos como yo obtienen sus energías?

-Eso no está nada bien-le dije agitándolo de nuevo-¡quiero el dinero de mi mesada!, ¡dámelo ahora mismo!

-¡No puedo!-me contestó enfadado-tendremos que ir y conseguir un poco más.

-¿¡Dónde?!-pregunté.

-Bien, ¿de dónde sale el dinero?-dijo Taiwán con impaciencia-de la Real Fábrica De La Moneda, por supuesto, de la Real Fábrica De La Moneda que está dentro del Real Palacio de el Príncipe De La Fortuna, si te subes a mi espalda te llevaré volando hasta allí, pero tienes que darme de comer primero, estoy hambriento, y yo no puedo volar con el estómago vacío.

Hice uso de mi colección de monedas extranjeras introduciéndolas por la ranura, con todo este dinero el cerdito engordó hasta tal punto que se cayó del alféizar de la ventana. Al poco rato el centro de mi habitación estaba ocupado por un enorme cerdo rosado; me subí a su espalda y Taiwán alzó el vuelo a través de la ventana abierta. Volaba hacia atrás.

-¿Por qué vuelas hacia atrás?-le pregunté, dándome la vuelta en dirección a su cola para poder ver a dónde íbamos.

-La Real Fábrica De La Moneda está a mucho tiempo de aquí.-replicó él.

-Quieres decir que está a mucho camino…

-No, quiero decir que está a mucho tiempo, así que tengo que volar hacia atrás en el tiempo.

Pronto comprobé que era éso lo que hacíamos. El aire se llenaba de humo y grandes flores de fuego se abrían en capullos rojo a derecha e izquierda.

-¿Qué pasa?

-Son disparos-dijo Taiwán con calma-abajo hay una guerra.

Yo empecé a preguntarme si el cerdo era tan listo como me había parecido.

-¿Quieres decir que podrían herirnos?

Taiwán no contestó, porque justo en ese momento nos cubrieron los blancos pliegues de un inmenso paracaídas y el hombre que colgaba de él, vestido con una chaqueta de piel de oveja y gafas, aterrizó en la espalda del cerdo.

-Hola-dijo el piloto-he saltado, me han derribado.

En aquel momento el aeroplano que había pilotado pasó junto a nosotros y se zambulló allá abajo, en el mar.

-Os pido que no os importe si os pido que me sujetéis.

Taiwán gruñó una o dos veces, pero no parecía que le importase demasiado.

-¿Por qué vamos hacia atrás, amigo?-preguntó el piloto a Taiwán y éste se lo explicó. El piloto se mostró encantado de saber que volábamos hacia La Real Fábrica De La Moneda-Realmente estoy un poco bajo de fondos-dijo-dejé la billetera en el avión.

Después avistamos un explorador encaramado en la cesta de un enorme globo. “Debo estar a cientos de días antes de ayer”, pensé mirando sus extrañas ropas y su sombrero de cazador.

-¿Podríais llevarme con vosotros?-preguntó cuando pasábamos por su lado-el viento sopla en dirección contraria, y así nunca llegaré a donde voy.

-Si vienes con nosotros sólo llegarás hasta La Real Fábrica De La Moneda-le respondí.

A él pareció gustarle la idea y se subió encima del cerdo, delante del piloto y detrás de mí. Debíamos haber volado otros cientos de años en el pasado cuando Taiwán tropezó en medio del aire. Casi nos caímos.

-¡Qué lugar más tonto para dejar una cuerda!-dijo de mal humor, y con los pies enredados en la cuerda prosiguió su vuelo.

-Pol favol, soltal la cometa-dijo una vocecita debajo de nosotros, miramos hacia abajo y, allí, a muchos metros del suelo, estaba un chino colgado del extremo de la cuerda; sobre nosotros su cometa culebreaba como un brillante pájaro de papel. Taiwán había sido cazado por una antigua cometa china-¿Pol qué celdito no milal pol dónde va?-preguntó el chino mientras subía por la cuerda y se montaba en el lomo del cerdo.

Le expliqué que volábamos hacia atrás a través del tiempo, todos admiramos la cometa y comentamos qué inteligentes habían sido los chinos al inventar las cometas antes que nadie.

Había que ver cómo se animó nuestro nuevo pasajero con aquel cumplido.

-Los chinos también inventalon billetes-dijo el hombrecito cuando le contamos que íbamos a buscar dinero. Taiwán se estremeció.

-Yo nunca he comido dinero de papel-se quejó.

Seguimos volando justo hasta el principio del tiempo, torcimos a la izquierda y el palacio del Príncipe De La Fortuna apareció en el horizonte, La Real Fábrica De La Moneda despuntaba, verde y fragante, por detrás del real muro trasero del palacio. Estaba protegida por un enorme príncipe-gato con el lomo arqueado; desde luego no era rival para un cerdo volador, un piloto de guerra, un explorador, un chino… ni por supuesto para mí. Mientras ellos se dispersaban y trepaban por las reales plantas del palacio, yo me introduje sigilosamente en la Real Fábrica y recogí las monedas de plata y cobre que colgaban de los árboles y llené a rebosar mis bolsillos con ellas.

Cuando Taiwán pasó trotando metí unas monedas por la ranura y todos subimos en su espalda para el viaje de vuelta. Volamos a través del tiempo, hacia adelante, con las orejas del cerdo vibrando con el viento. Pero con cuatro pasajeros encima y el viento en contra Taiwán se cansó pronto y se sintió hambriento de nuevo. “¡Más dinero, más dinero!”, gruñía, y yo tuve que colarle un puñado de monedas por la ranura.

-Lo siento-dijo él bruscamente-pero alguno de ustedes se tendrá que bajar, pesan demasiado para mí.

-Está bien-dijo el explorador-mi globo se aire caliente acaba de aparecer; miren, ahí está, yo me quedo en él.

El piloto decidió unirse al explorador en su viaje el rededor del mundo y el chino volvió a la tierra sujeto al extremo de la cuerda de su cometa… así que me quedé sola, montada en el cerdo volador. Pero antes de que llegáramos a casa tuve que darle de comer todas las monedas que me quedaban de La Real Fábrica metiéndolas por la ranura, de otra forma hubiera caído. “Aún estoy hambriento”, protestaba él, y su estómago vacío hacía ruido entre mis rodillas. Cerré los ojos y enganché mis dedos en la ranura para no caerme. Cuando volví a darme cuenta de lo que ocurría vi que habíamos entrado por la ventana de mi habitación y el cerdo estaba tumbado en el suelo, pequeño y rígido. ¡Vaya!, con su tamaño normal… Lo levanté y lo agité, ni un peso; miré por la ranura, ¡ni una miserable moneda!

Corrí a la cocina gritándole a mí mamá:

-¡No hay dinero en el cerdito!

-Sí, querida, y lo siento-dijo ella-tuve que tomarlo prestado para pagar al lechero. Déjame ver. ¿Cuánto había? Aquí lo tienes.

Me dio dos billetes nuevecitos y los arrugué en mi mano recordando que Taiwán no comía billetes.

-¿Crees que si ahorro mi paga de cada semana…?

-Oh, hija mía, si lo consigues los cerdos podrán volar…