Páginas

martes, 27 de octubre de 2015

Alejandro:

No sé ni qué decirte. Pero no importa. Puedo decirte lo que quiera, al fin de cuentas no te vas a enterar. Te lo escribo aquí porque era aquí en dónde solía escribirte cuando no me atrevía a hablarte, porque sé que ésto ya no lo mirás, porque sé que ya no hago parte de tu vida ni de tus sueños... esos que solías contarme sobre el pasto, a la orilla del lago, ¿recordás?

Te me has estado apareciendo en los sueños, casi todas las noches. Es muy extraño, porque yo ya había asumido que vos ya no existías más en mi mundo. En eso habíamos quedado, ¿no? Vos no querías volver a saber nada de mí... y yo estuve de acuerdo.

Pero no fue así, no para mí. Quizás te negué, pero no te olvidé. Quizás al principio estaba dolida porque no entendía por qué habías estado con otra mujer, porque no entendía por qué todo había tenido que terminar tan rayado entre nosotros.

Yo tenía ganas de volver a intentarlo, vos no. Y últimamente he venido a entender por qué. Había muchas cosas que me cegaban. De más que vos me querías mucho, de otra manera no sé cómo habrías podido aguantarme tanto tiempo.

Mirá, luego vine a entender que me carcomía la inseguridad. Nunca me sentí suficiente para vos porque no me sentía suficiente para mí misma; no podía sentirme segura con vos si no podía confiar en mí misma. Era tan sencillo, Alejandro, ¡todo podría haber sido tan sencillo! Pero ninguno de los dos se dio cuenta.

(Suspiro)

Me ha agarrado la nostalgia en estos días... Ha estado lloviendo, tal como el día en el que te amarré tu anillo negro al cordón de tu sucio zapato negro, ¿te acordás? No creo...

Te me aparecés en los sueños con esa sonrisa hermosa y esos ojitos negros y brillantes, y aún me querés y me mirás como en los viejos tiempos... Imposible no pensar en vos, imposible no recordar los buenos momentos. Y me entristece saber que muchos momentos que pudieron haber sido lindos los arruiné con mis actitudes malucas.

Perdoname, en serio, perdoname. Vos de pronto no reflexionaste sobre nuestra relación, o de pronto sí, no sé. Pero yo por mucho tiempo no pude dejar de cuestionarme ¿qué pasó?, ¿qué hicimos y qué no hicimos para que nuestro noviazgo tomara el rumbo que tomó?, ¿en qué momento empezamos a ser indiferentes hacia nuestras diferencias y nuestras dificultades?, ¿o siempre lo fuimos?, ¿por qué nunca lo hablamos? En fin... ¿ya qué?

Yo te quise, Alejandro, y mucho. No sé con qué amor, pero sí. Y no había nada para mí como caminar de tu mano, como tus abrazos. Como acariciarte y verte dormir. ¡¿Cómo pude desaprovecharlo por andar desconfiando?! En fin... sólo me quedó aprender.

¿Sabés? No me echo la culpa a mí, pero tampoco te la echo a vos (antes lo hacía). Simplemente ahora entiendo que ninguno de los dos supo asumir las situaciones que se nos presentaron, y que eso fue todo. Nuestra relación fue como un niño pequeño al que dejamos solo... ¿qué podíamos esperar?

Le agradezco al universo que te haya puesto en mi camino y le pido disculpas a todas las partes de vos que no logré aceptar, te pido disculpas a vos por cualquier cosa que haya hecho mal, por cada cosa fea que dije o hice, por cada vez que no te supe hablar, que no me supe acercar a vos, que no te supe ver ni entender. Te pido que perdonés mis inseguridades y mis dudas. Si pudiera devolver el tiempo y hacer las cosas "bien"... no lo haría, ¿cómo habría aprendido, sino? Pero nada de lo que hice lo hice realmente adrede, vos sabés... que uno no es quien cree ser.

En todo caso... te deseo todo lo mejor y feliz cumpleaños.

Me despido mandándote un fuerte abrazo.
Con cariño.
Isabel.

Pd: Y luego me vengo a encontrar con lo muuuuuy lejos que, en efecto, ya estás de mí. Pero tranqui, así está bien.

miércoles, 17 de junio de 2015

La luz del sol que entra por tu ventana y el sonido de la lavadora.

A veces siento que pierdo mi tiempo. Se me hacen inútiles mis esperanzas. Y si no logro entender, ¿qué? ¿Y si no puedo amar? Quizás me encuentre en coma. Me cuesta entender las cosas. No sé hablar ni besar ni pensar ni caminar. Las preguntas me dejan vacía, ése es el por qué de mi silencio que tanto te molesta. Te has posado allí, en mi interior, en donde todo está frío. Cuidado te me mueres de hipotermia... Me pregunto si será verdad que te hago florecer. Ambos éramos en nuestros corazones desiertos cuarteados, yo siento que aún me seco, me marchito... ¿Cómo estar dispuesta a mi propio sacrificio? Ya no puedo distinguir lo justo, ni lo bello, ni siquiera sé qué es todo eso.

 A veces... siento mi cuerpo como una extraña masa de carne, sangre y huesos que se sabe mover sola, que ha aprendido a sobrevivir, a no morir de hambre ni de frío, una masa extraña que ha aprendido a fingir que siente. Pero... muy dentro de ella, estoy yo, frágil, dudosa, con mis ganas de llorar de siempre, preguntándome qué es todo esto.

miércoles, 10 de junio de 2015

Rojo. Azul. Negro. Amarillo.


¡Cuánta falta me haces! ¿Dónde estarás? Quizás sobre un puente tapizado de nieve; un viejo puente de madera, olvidado entre las levedades de algún paisaje japonés. Tu mirada, quizá escarchada, se deshace entre los grises pálidos.

Dos, cuatro, seis, ocho, diez... Mis pasos están vacíos, mi mundo en negativo. Me haces falta. En los días cálidos, en las noches claras, cuando la luna me sonríe, cuando el sol me quema. Estás... en el corazón estrellado del carambolo que crece en mi jardín, en la quilla del barranquero que me visita en las mañanas soleadas. Pero no te veo. En la geografía de mis brazos, en los pliegues de mis labios.

domingo, 31 de mayo de 2015

Sirena de tierra


Hoy llueve. Siento que muero. Lloro. Miro al cielo y le pido que me reciba. El dolor en mis muñecas es insoportable, el peso de mis párpados insuperable. ¿A dónde se fue toda la luz? Esa nefasta luz que ha quemado, sin piedad, mi alma con sus verdades, ¿dónde está ahora?
¡Maldita sea! ¡Todo está en tinieblas! Ni el azul de mis sábanas puede absorber mi tristeza, ni el blanco de la luna puede frenar el ardor de mi piel. La esperanza en mí es como el verde de los ojos del gato negro que nunca tuve. Gato de bruja.


Se me antoja tomar el rumbo de la carrilera, llegar al mar y no detenerme, continua., Hundirme, naufragar, quizás flotar. mi olor a sal delata que vengo del mar. Dejar que los erizos de mar me desinflen, deshacerme de esta embarcación en la que nací, en la que ya no quiero flotar más.
Se deshacen las nubes en lluvia, se me suben las hormigas al cuerpo, tal vez me esté pudriendo. Alguna vez tuve ansias de reconstruirme, ya no sé.


Tengo el vacío infinito en el centro de mis manos, en medio de mis pechos, en mi ombligo, en el camino que surca mi espalda. En cada hueco, en cada arruga, en todos mis pliegues, en cada cicatriz, debajo de las uñas y en cada esquina de mi cuerpo existe un hambre que no ha podido ser saciada. Me conocen los poetas, los he visto caminar.


Suena una canción triste dentro de mi corazón, algo así como un canon entre el canto de una ballena triste, el gemido quejumbroso de una gaviota y el andar seco de un caracol.