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martes, 29 de marzo de 2011

¿No?

¿Nunca se ha sentido como un pedazo de mierda?, o, mejor aún, ¿Cómo un pedazo de… nada? [Como si la nada viniera en pedazos, pues, ja-ja].

Pues, ¿qué puedo decir?, que últimamente no hago más que esconder cómo me siento frente a las personas, pero apenas me encuentro sola se me caen los ojos en gotas de acuarela. Es suficiente para mí un momento, sí, tan sólo uno, para que las ganas de llorar le ganen a mi cordura y comience a gritar y a querer arrancarme el pelo; tan sólo un momento para que empiece a arañarme la cara, los brazos, el cuello… para que empiece a comerme el odio por la humanidad.

De verdad que quería a la gente, de verdad que me gustaba escucharla, de verdad que me gustaba hacerla sonreír cuando estaba triste; de verdad que me encantaba abrazar a la gente, demostrarle cuánto la quería. Pero vaya decepción me he llevado al ver que a la gente nada de eso le importaba, que le daba totalmente igual si yo la quería, si la escuchaba, si la hacía sonreír; le daba igual si la abrazaba o no, si le demostraba cuánto la quería.

Qué egoísta es la gente que me juzga de egoísta porque ya no escucho, porque ya no hago sonreír, porque ya no abrazo y porque ya no demuestro querer a nadie. ¡Qué egoístas! Si yo siempre los escuchaba y cuando quería ser escuchada se esfumaban como hombres grises. Si yo siempre trataba de hacerlos sonreír cuando estaban afligidos, pero si era yo la afligida huían de mí. ¡Qué egoístas! Si les daba abrazos sin que me los pidieran pero tenía que armar toda una operación de búsqueda para encontrar a alguien que me diera uno, pero mediocre, como quien no quiere la cosa. Si les decía tequieros cada que podía, pero, ni siquiera sé hace cuánto que no escucho a alguien decirme un tequiero sincero.

Sí, lo sé, hay gente que se ofenderá y pensará: “pero yo sí la escucho”, “pero yo sí trato de hacerla sonreír cuando está triste”, “pero yo sí le doy abrazos”, “pero yo sí le demuestro que la quiero”, “pero yo sí le he dicho tequiero”.

“But, in the end, everyone ends up alone, losing the only one who’s ever known who I am, who I’m not and who I wanna be” [You Found Me-The Fray]

Hay cosas que yo no puedo hacer, no tengo súper poderes. No puedo crear a alguien que siempre esté dispuesto a escuchar tanto mis pendejadas como mis problemas (mis estúpidos problemas), a alguien que siempre me haga sonreír, siempre. Tampoco a alguien que me abrace como si nunca más quisiera soltarme, tan sinceramente que yo pueda sentir la vibración de su cariño por toda la piel. Quiero a alguien que comparta gustos conmigo, alguien con quien hablar de libros que me gustan, alguien que no me haga cara fea si le digo que me acompañe a la biblioteca departamental, que no me ponga cara de quépereza si le pido que me acompañe un jueves por la noche a bailar música andina en la loma de la cruz.

Alguien no sólo para hablar sino para compartir momentos… un amigo.

Pd: Pido perdón a todos aquellos que se sientan ofendidos por mi egoísmo, de todas formas, yo los quiero.

jueves, 10 de marzo de 2011

Just like a fairytale

Creí haber estado perdida hasta que encontré aquella pequeña casita en medio del bosque, con luces en las ventanas. Creí, entonces, estar perdida en un cuento de esos que todos conocemos. Creí tantas cosas que de momento me parecieron tan poco realistas, pues ni estaba perdida ni era un cuento; era un sueño, pero no lo estaba soñando yo, ¿si me hago entender?, alguien estaba soñando conmigo. Y ese alguien vivía en aquella casa que ninguno de nosotros cree posible que exista porque creemos que sólo aquellos dos hermanitos la encontraron.
Entonces aquella persona quiso que yo supiera quién era quien estaba soñando conmigo. Claro está que si esa persona no hubiera querido que yo supiera que estaba metida en un sueño ajeno yo no lo hubiera sabido, ella mandaba en su sueño, era suyo al fin de cuentas, ¿no? Yo, consiente totalmente de los actos que no podía controlar pero que me parecían de poca relevancia, entré en la casita de dulce de dos pisos, que, como en todo cuento conocido, estaba entreabierta. En la casita no había nadie, pero había dos camas perfectamente tendidas y una cunita.
Me asomé a la cuna y ahí estaba un bebé, era un bebé como yo o usted podamos imaginarnos, quiero decir, un bebé completamente normal. Vi salir de su cabeza globitos, como los de las historietas, y ahí estaba yo asomándome por una cunita donde dormía un bebé completamente normal. Usted habría seguramente actuado como yo, que atraída por un nosequé se me ocurrió tocar el globito con el meñique. Era más que obvio, éste se reventó.
Abrí los ojos, era una oscura mañana de miércoles, tres y treinta y dos de la madrugada, hacía frío y llovía; entonces me di cuenta: jamás hubo tal bebé ni tal casa ni tal bosque ni tal sueño.

Quenas

La calle era larga y empinada, almacenes con artesanías colgadas por todas partes llenaban sus lados. A lo lejos se escuchaba la música, la sangre dejó de correr por mis venas para bailar en ellas, no parpadeaba, estaba ansiosa. Al llegar al final de la calle y divisar ese grandísimo montón de gente, bailando en círculo en aquella plaza, redonda, de ladrillo, el sonido de sus pies contra el suelo me estremeció.

Me abalancé escaleras abajo para llegar a la plaza y pronto me encontré hundida entre aquella multitud, todos sudábamos música, y bailábamos a su ritmo. Pero, hubo un momento en el que, al mirar hacia el suelo, vi unos zapatos que pertenecían a unos pies que bailaban tan bien que quise perseguirlos. Así lo hice. Choqué con su cuerpo y él con el mío, las sonrisas surgieron en medio de la música y al seguirnos los pasos, la amistad.

Pero la noche acabó y la música se detuvo, los pies dejaron de golpear el suelo y se dirigieron a sus lugares. Pronto, el lugar quedó vacío, un vacío oscuro que traía peligro. Con éste silencio, ésta oscuridad y éste peligro, llegó también una despedida, que consistió en darnos la espalda y no volver a vernos jamás.

Pucheros

Me había dicho que se iba a ir, y, en efecto, se fue, se fue como sólo usted sabe irse. Se fue con esa sensación extraña de agua en los zapatos, o como si tuviera canicas en ellos. Nunca me dijo ni una palabra acerca de por qué se iba caminando de esa manera tan curiosa, y siempre me pareció curiosa su forma de caminar al irse, como si fuera la primera vez que caminaba para irse.

Se fue, pero no se fue de espaldas, no, usted se quedó mirándome como quien no quiere la cosa, usted me dijo que se iba y se fue. Usted se fue y me dejó allí, con usted pero sin usted, porque usted me dijo que siempre iba a estar ahí conmigo, sin embargo, yo no lo veo aquí, lo llamo por su nombre y le digo que no lo veo, que por favor se haga visible, pero he comenzado a pensar que usted se fue por completo porque nunca me responde.

Yo quisiera volver otra vez de nuevo a verlo aquí a mi lado, pero yo no sé dónde se encuentra usted. Usted me dejó en las piernas algo que me hace caminar como usted cuando me voy, y como sigo caminando como usted cuando se iba creo que usted no se ha ido por completo. De todas maneras estoy con usted pero sin usted, y eso me hace un poco parte de usted, como si media parte de mí se hubiera ido con la media parte de usted que se fue, y media parte de mí se hubiera quedado con la media parte de usted que se quedó.

Me rompo la cara, ¿sabe?, me la rompo hasta darme cuenta de que la parte de usted que se quedó ya no está porque no se da cuenta de que me rompo la cara. Sufro por usted, porque se fue con una mitad primero y con una mitad después, o sea que usted se fue todo pero se llevó una mitad mía y eso no me parece, ¿sabe?, no me parece.

Así que usted me va a hacer el favor y va a volver conmigo ahorita mismo, va a decirme que no se va a volver a ir de mi lado, va a darme un besito en la cabeza como solía dármelos y va a abrazarme, va a abrazarme más fuerte que como lo hizo la última vez, cuando se fue con canicas en los zapatos. Usted me va a dar la mitad mía que se llevó con usted, me va a regalar un suspiro, me va a mirar y me va a decir que…

FIN