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martes, 27 de julio de 2010

El señor búho.

[12:58 am]
Quiero llorar, quiero subir al balcón, tragarme las estrellas, quiero gritarle al cielo que deseo que me mate. Quiero gritar tan fuerte que puedas escucharme, escuchar que yo te amo. Quiero reventar tus tímpanos de gritarte que te odio, que sos un grandísimo hijo de puta. Que odié todas aquellas veces que acariciaste mi cabello, cuando pasabas tus manos por mi cara, las veces que tocaste mis labios, y las cosas que me susurraste al oído.

¿Por qué?, es que... maldíta sea, no encuentro una razón. ¿Es que acaso no puedo evitar que mis labios tiemblen y mis ojos ardan cada vez que me acuerdo de vos?, grandísimo maldito.

Se me caen los ojos a gotas cada vez que recuerdo tu forma de pronunciar mi nombre, tus abrazos, la forma en la que tomabas mi mano, la apretabas y tu cara se desesperaba porque tenías que hacer un esfuerzo sobrehumano para soltarla.

Maldita sea la ternura de tus ojos y tu voz cuando dijiste adiós.

(Malditas tus palabras)
[1:18 am]-------------------------------------------

lunes, 12 de julio de 2010

Pajaritos

¿Pues qué digo?
Resulta que me fui a la casa de una conocida allegada a la cual tengo mucho cariño (en otras palabras: una amiga); fuimos a Chipichape, comimos, hablamos, reímos, miramos, nos burlamos de la gente, nada trascendental en todo caso. Lo curioso es que a mí nunca me ha gustado ese plan de salir a centros comerciales, pero no es tan malo hacerlo de vez en cuando; éso sí, que no haya mucha gente porque las montoneras sí que son malucas.

Se puede decir que la pasé bien, me gustó estar con ella, además escuchamos Papa Roach, Linkin Park y otro grupo que no recuerdo (la verdad no recuerdo casi absolutamente nada de lo que hicimos).

Recuerdo que ella fue por algo y yo me quedé sola en el cuarto, me tiré en su cama y cuando ella volvió me dijo: "¿por qué no te quedas a dormir?", a lo que yo respondí: "ok".

Llamé a mi casa: "voy a quedarme a dormir", dije, "¿me traen algunas cositas?"

Nos acostamos tardísimo y nos levantamos faltando 10 minutos para la una de la tarde. Pofff. Yo no me acuerdo, fuimos a comprar unas galletas y a llamar a el novio de ella. Luego subimos y... bueno sí, nos metimos a una cosa con agua a "nadar", no nadamos, no se podía, era muy pequeño el espacio.

Solo sé que regresé a mi casa muy tarde, ya en la noche de ése día. Llegué a dormir, apenas saludé, caí como un pedazo de algo muy pesado sobre mi cama y me quedé dormida tal cual estaba.

A la mañana siguiente, ustedes ya saben que mi ventana da al jardín, desperté con pajaritos en los oídos, ni siquiera había abierto los ojos cuando me di cuenta de que me había despertado. Entonces un pensamiento poco usual asaltó mi cabeza, sentí el frío en mis manos y las palabras llegaron a mi cabeza: "Qué depresión... esta casa... mi cuarto. Me gustó más el despertar de ayer".

Me senté en el borde de la cama con las piernas cruzadas, abrí los ojos y miré el suelo blanco, el frío se le veía por encima y yo estaba descalza. Pensé en una frase de Mafalda: "Cuesta juntar ánimos para bajar al mundo".

sábado, 10 de julio de 2010

La Hucha Voladora

(Verán, no se encuentran muchas imágenes de cerdos voladores respetables)

Mi mamá me regaló una alcancía con forma de cerdito por mi cumpleaños, era rosada y gorda, con las letras “TAIWAN” estampadas debajo. La coloqué en el alféizar de la ventana de mi dormitorio y cada semana depositaba en ella una parte de mi mesada a través de la ranura. Un día decidí comprar una nueva cunita para la casa de muñecas, le di la vuelta a la alcancía, abrí la ranura y la agité muy fuerte encima de mi cama… no salió nada, ni un peso.

-¡Ha desaparecido!-grité-¡he estado guardando mi dinero durante semanas y no hay nada!, ¿qué ha sido de mi dinero?

-Yo me lo comí.

-¿Qué has dicho?-No podía adivinar de dónde provenía esa voz.

-Tú me diste de comer el dinero, así que me lo comí.-repitió el cerdito.

-¡Vaya!, ¡puedes hablar!

-Sí, cuando alguien me habla a mí.

-En tal caso, dime, ¿dónde está mi dinero?

-Te lo he dicho, me lo comí.

-Pero ahora no está en tu estómago.

-Ya lo he digerido-dijo Taiwán-¿de dónde crees que los cerdos como yo obtienen sus energías?

-Eso no está nada bien-le dije agitándolo de nuevo-¡quiero el dinero de mi mesada!, ¡dámelo ahora mismo!

-¡No puedo!-me contestó enfadado-tendremos que ir y conseguir un poco más.

-¿¡Dónde?!-pregunté.

-Bien, ¿de dónde sale el dinero?-dijo Taiwán con impaciencia-de la Real Fábrica De La Moneda, por supuesto, de la Real Fábrica De La Moneda que está dentro del Real Palacio de el Príncipe De La Fortuna, si te subes a mi espalda te llevaré volando hasta allí, pero tienes que darme de comer primero, estoy hambriento, y yo no puedo volar con el estómago vacío.

Hice uso de mi colección de monedas extranjeras introduciéndolas por la ranura, con todo este dinero el cerdito engordó hasta tal punto que se cayó del alféizar de la ventana. Al poco rato el centro de mi habitación estaba ocupado por un enorme cerdo rosado; me subí a su espalda y Taiwán alzó el vuelo a través de la ventana abierta. Volaba hacia atrás.

-¿Por qué vuelas hacia atrás?-le pregunté, dándome la vuelta en dirección a su cola para poder ver a dónde íbamos.

-La Real Fábrica De La Moneda está a mucho tiempo de aquí.-replicó él.

-Quieres decir que está a mucho camino…

-No, quiero decir que está a mucho tiempo, así que tengo que volar hacia atrás en el tiempo.

Pronto comprobé que era éso lo que hacíamos. El aire se llenaba de humo y grandes flores de fuego se abrían en capullos rojo a derecha e izquierda.

-¿Qué pasa?

-Son disparos-dijo Taiwán con calma-abajo hay una guerra.

Yo empecé a preguntarme si el cerdo era tan listo como me había parecido.

-¿Quieres decir que podrían herirnos?

Taiwán no contestó, porque justo en ese momento nos cubrieron los blancos pliegues de un inmenso paracaídas y el hombre que colgaba de él, vestido con una chaqueta de piel de oveja y gafas, aterrizó en la espalda del cerdo.

-Hola-dijo el piloto-he saltado, me han derribado.

En aquel momento el aeroplano que había pilotado pasó junto a nosotros y se zambulló allá abajo, en el mar.

-Os pido que no os importe si os pido que me sujetéis.

Taiwán gruñó una o dos veces, pero no parecía que le importase demasiado.

-¿Por qué vamos hacia atrás, amigo?-preguntó el piloto a Taiwán y éste se lo explicó. El piloto se mostró encantado de saber que volábamos hacia La Real Fábrica De La Moneda-Realmente estoy un poco bajo de fondos-dijo-dejé la billetera en el avión.

Después avistamos un explorador encaramado en la cesta de un enorme globo. “Debo estar a cientos de días antes de ayer”, pensé mirando sus extrañas ropas y su sombrero de cazador.

-¿Podríais llevarme con vosotros?-preguntó cuando pasábamos por su lado-el viento sopla en dirección contraria, y así nunca llegaré a donde voy.

-Si vienes con nosotros sólo llegarás hasta La Real Fábrica De La Moneda-le respondí.

A él pareció gustarle la idea y se subió encima del cerdo, delante del piloto y detrás de mí. Debíamos haber volado otros cientos de años en el pasado cuando Taiwán tropezó en medio del aire. Casi nos caímos.

-¡Qué lugar más tonto para dejar una cuerda!-dijo de mal humor, y con los pies enredados en la cuerda prosiguió su vuelo.

-Pol favol, soltal la cometa-dijo una vocecita debajo de nosotros, miramos hacia abajo y, allí, a muchos metros del suelo, estaba un chino colgado del extremo de la cuerda; sobre nosotros su cometa culebreaba como un brillante pájaro de papel. Taiwán había sido cazado por una antigua cometa china-¿Pol qué celdito no milal pol dónde va?-preguntó el chino mientras subía por la cuerda y se montaba en el lomo del cerdo.

Le expliqué que volábamos hacia atrás a través del tiempo, todos admiramos la cometa y comentamos qué inteligentes habían sido los chinos al inventar las cometas antes que nadie.

Había que ver cómo se animó nuestro nuevo pasajero con aquel cumplido.

-Los chinos también inventalon billetes-dijo el hombrecito cuando le contamos que íbamos a buscar dinero. Taiwán se estremeció.

-Yo nunca he comido dinero de papel-se quejó.

Seguimos volando justo hasta el principio del tiempo, torcimos a la izquierda y el palacio del Príncipe De La Fortuna apareció en el horizonte, La Real Fábrica De La Moneda despuntaba, verde y fragante, por detrás del real muro trasero del palacio. Estaba protegida por un enorme príncipe-gato con el lomo arqueado; desde luego no era rival para un cerdo volador, un piloto de guerra, un explorador, un chino… ni por supuesto para mí. Mientras ellos se dispersaban y trepaban por las reales plantas del palacio, yo me introduje sigilosamente en la Real Fábrica y recogí las monedas de plata y cobre que colgaban de los árboles y llené a rebosar mis bolsillos con ellas.

Cuando Taiwán pasó trotando metí unas monedas por la ranura y todos subimos en su espalda para el viaje de vuelta. Volamos a través del tiempo, hacia adelante, con las orejas del cerdo vibrando con el viento. Pero con cuatro pasajeros encima y el viento en contra Taiwán se cansó pronto y se sintió hambriento de nuevo. “¡Más dinero, más dinero!”, gruñía, y yo tuve que colarle un puñado de monedas por la ranura.

-Lo siento-dijo él bruscamente-pero alguno de ustedes se tendrá que bajar, pesan demasiado para mí.

-Está bien-dijo el explorador-mi globo se aire caliente acaba de aparecer; miren, ahí está, yo me quedo en él.

El piloto decidió unirse al explorador en su viaje el rededor del mundo y el chino volvió a la tierra sujeto al extremo de la cuerda de su cometa… así que me quedé sola, montada en el cerdo volador. Pero antes de que llegáramos a casa tuve que darle de comer todas las monedas que me quedaban de La Real Fábrica metiéndolas por la ranura, de otra forma hubiera caído. “Aún estoy hambriento”, protestaba él, y su estómago vacío hacía ruido entre mis rodillas. Cerré los ojos y enganché mis dedos en la ranura para no caerme. Cuando volví a darme cuenta de lo que ocurría vi que habíamos entrado por la ventana de mi habitación y el cerdo estaba tumbado en el suelo, pequeño y rígido. ¡Vaya!, con su tamaño normal… Lo levanté y lo agité, ni un peso; miré por la ranura, ¡ni una miserable moneda!

Corrí a la cocina gritándole a mí mamá:

-¡No hay dinero en el cerdito!

-Sí, querida, y lo siento-dijo ella-tuve que tomarlo prestado para pagar al lechero. Déjame ver. ¿Cuánto había? Aquí lo tienes.

Me dio dos billetes nuevecitos y los arrugué en mi mano recordando que Taiwán no comía billetes.

-¿Crees que si ahorro mi paga de cada semana…?

-Oh, hija mía, si lo consigues los cerdos podrán volar…

miércoles, 7 de julio de 2010

Desdoblamiento

Abrí los ojos, ¿ves aquella sombra sentada en la esquina de tu cama?, ¿¡sí!?, pues sos vos, ¿te preguntás por qué estás sentado en el borde de tu cama si estás acostado?, pues bien, mirá con los ojos del que está sentado, miráte, ¿ves?, estás muerto. Tratá de moverte, ¿lo ves?, no podés.

¿Muerto?, yo no estoy muerto, no me siento muerto, es imposible. ¿Qué hacés?, ¡no!, ¡no toqués mi cuerpo!, ¡dejálo quieto, carajo!,¡no!.

Tranquilo, calmáte, no voy a hacerte nada malo. Respirá profundo. ¿Sabés qué... yo también estoy muerta?, no hagás esa cara, no podrías verme si estuvieras en tu cuerpo físico, tampoco podrías hablar o moverte. Miráte, estás transparente. ¿Pero por qué te asustás?; ¿qué?, yo no soy un fantasma, soy un alma.

Quiero despertar, quiero despertar, esto es un sueño, un sueño, tiene que ser un sueño, andáte, andáte, ¡desaparecé!. Me voy. ¡Me voy, esto no es real!
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{está respirando muy fuerte - pero antes no respiraba - ¿se murió? - por unos momentos, dijo el doctor - ¿está bien ahora? - eso suponemos - hay que despertarlo - no, mejor esperemos a que lo haga él mismo - movió la mano - ya está volviendo - ¡hagan silencio! - ya, ya, cálmense}

Abrí los ojos, sentate, ¿estás bien?, me alegro, ¿sabés? te desdoblaste...