(Se sugiere leer esto oyendo la obra "Vocalise" de Rachmaninov, así lo encontrán más bello)
Era una tarde fría, estaba en mi carro, en el asiento del acompañante, mi pelo en una apretada cola de caballo me halaba la cabeza hacia atrás, un aire duro golpeaba mi cara desprotegida. Me solté el pelo y el aire mágicamente empezó a tejer hermosos nudos en mi cabello... el carro iba cada vez más rápido, así que tuve que cerrar mis ojos para que no me dolieran, poco a poco la velocidad fue disminuyendo y pude abrir mis ojos, estaba en la mitad de un campo, el pasto verde claro que brillaba bajo la luz del sol, rodeada de samanes y ceibas comencé a caminar descalza, sentía mi conexión con la tierra, estaba frío pero mis pies estaban tibios...
Guiada por un magnetismo irreal encontré El árbol de los sueños, una ceiba inmensa de unos 1200 años... sus ramas imponentes hacían una gigantesca sombrilla sobre mi cabeza, por entre la hojas, negras vistas a contraluz, se filtraban hilos de luz dorada, extrañamente me encontré arriba de uno de sus largos brazos que se extendían por el suelo, me acosté sobre él, el brazo de esa ceiba, mi madre, e hice parte de ella por el resto de su existencia.
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