La luna, considerablemente adelgazada y acompañada por Venus, alumbraba de una manera extrañamente inusual el cielo, inusualmente azul.
En aquel lugar frío, alto y desolado se veía una silueta, en realidad eran dos, dos siluetas muy juntas. Estaban ellos ahí, juntos, silenciosos, en su lugar inusual: el techo. Estaban ellos ahí, abrazados, envueltos en el susurro, un poco sofocante, de sus besos y caricias. De vez en cuando se oía un suspiro o un “te quiero” que el silencio asesinaba sin pensarlo siquiera una vez.
Ni siquiera ellos sabían en ése momento lo que eran, sólo sentían, sólo querían sentir, sentirse el uno al otro, cerca, como no lo estarían al día siguiente. Se extrañarían, los dos lo sabían, y no eran capaces de soportar la idea de saberse separados.
Ellos que se amaban, ellos que seguramente algún día dejarían de hacerlo. Ellos estaban inusualmente juntos, inusualmente fríos, inusualmente silenciosos, en el techo inusualmente negro, con la noche inusualmente oscura, las nubes inusualmente blancas y amándose de una manera inusualmente hermosa.
3 comentarios:
Y este es un comentario inusualmente condescendiente.
Pues te diré que para mi resultó encantador, como es usualmente =)
¡¡Ña!! ^__^
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