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martes, 28 de septiembre de 2010
Confiar
martes, 14 de septiembre de 2010
Brisa en las pestañas.
Los colores que me rodeaban eran, simplemente, insípidos; no me apetecía probarlos. El viento terminó por borrarlos de su lugar y dejarlos revueltos como una mancha gris en mi ojo izquierdo.
En aquel momento un líquido ácido y verdosamente descolorido comenzó a burbujear en mi cerebro y... ¡váya sensación relajante!
Entonces eran las cinco de la mañana y una luz perezosa entraba por el hueco enrejado de el cuarto en el que me encontraba; el cuarto blanco en el que deseé encontrar su rostro, sin éxito alguno.
Miré mis manos, eran de metal aguado. Recordé el día en el que mis dedos pudieron sentir la acuosidad púrpura de tu cuerpo perdido entre las cortinas grises que hacían de cobijas en quella noche que fue interminable mientras duró.
lunes, 13 de septiembre de 2010
Inusualmente.
La luna, considerablemente adelgazada y acompañada por Venus, alumbraba de una manera extrañamente inusual el cielo, inusualmente azul.
En aquel lugar frío, alto y desolado se veía una silueta, en realidad eran dos, dos siluetas muy juntas. Estaban ellos ahí, juntos, silenciosos, en su lugar inusual: el techo. Estaban ellos ahí, abrazados, envueltos en el susurro, un poco sofocante, de sus besos y caricias. De vez en cuando se oía un suspiro o un “te quiero” que el silencio asesinaba sin pensarlo siquiera una vez.
Ni siquiera ellos sabían en ése momento lo que eran, sólo sentían, sólo querían sentir, sentirse el uno al otro, cerca, como no lo estarían al día siguiente. Se extrañarían, los dos lo sabían, y no eran capaces de soportar la idea de saberse separados.
Ellos que se amaban, ellos que seguramente algún día dejarían de hacerlo. Ellos estaban inusualmente juntos, inusualmente fríos, inusualmente silenciosos, en el techo inusualmente negro, con la noche inusualmente oscura, las nubes inusualmente blancas y amándose de una manera inusualmente hermosa.
lunes, 6 de septiembre de 2010
Huevos fritos.
Se está vivo porque se quiere vivir, porque se cree en la posibilidad de la felicidad plena en una vida simple, una vida en la que puedes despertar y oir pajaritos detrás de la pared tras tu cabeza, mirar por la ventana sin cortinas y ver vida verde, tener colección de alas de hadas que han pasado por tus ojos y no han soportado la idea de ragalartelas. Se está vivo porque se quiere caminar descalzo, se está vivo porque se quiere tomar agua, se está vivo porque se quiere dibujar mundos para otros, se está vivo porque el frío es hermoso.
En definitiva: se está vivo para poder fritar dos huevos cada mañana de domingo.