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miércoles, 17 de junio de 2015

La luz del sol que entra por tu ventana y el sonido de la lavadora.

A veces siento que pierdo mi tiempo. Se me hacen inútiles mis esperanzas. Y si no logro entender, ¿qué? ¿Y si no puedo amar? Quizás me encuentre en coma. Me cuesta entender las cosas. No sé hablar ni besar ni pensar ni caminar. Las preguntas me dejan vacía, ése es el por qué de mi silencio que tanto te molesta. Te has posado allí, en mi interior, en donde todo está frío. Cuidado te me mueres de hipotermia... Me pregunto si será verdad que te hago florecer. Ambos éramos en nuestros corazones desiertos cuarteados, yo siento que aún me seco, me marchito... ¿Cómo estar dispuesta a mi propio sacrificio? Ya no puedo distinguir lo justo, ni lo bello, ni siquiera sé qué es todo eso.

 A veces... siento mi cuerpo como una extraña masa de carne, sangre y huesos que se sabe mover sola, que ha aprendido a sobrevivir, a no morir de hambre ni de frío, una masa extraña que ha aprendido a fingir que siente. Pero... muy dentro de ella, estoy yo, frágil, dudosa, con mis ganas de llorar de siempre, preguntándome qué es todo esto.

miércoles, 10 de junio de 2015

Rojo. Azul. Negro. Amarillo.


¡Cuánta falta me haces! ¿Dónde estarás? Quizás sobre un puente tapizado de nieve; un viejo puente de madera, olvidado entre las levedades de algún paisaje japonés. Tu mirada, quizá escarchada, se deshace entre los grises pálidos.

Dos, cuatro, seis, ocho, diez... Mis pasos están vacíos, mi mundo en negativo. Me haces falta. En los días cálidos, en las noches claras, cuando la luna me sonríe, cuando el sol me quema. Estás... en el corazón estrellado del carambolo que crece en mi jardín, en la quilla del barranquero que me visita en las mañanas soleadas. Pero no te veo. En la geografía de mis brazos, en los pliegues de mis labios.