Páginas
miércoles, 17 de junio de 2015
La luz del sol que entra por tu ventana y el sonido de la lavadora.
A veces... siento mi cuerpo como una extraña masa de carne, sangre y huesos que se sabe mover sola, que ha aprendido a sobrevivir, a no morir de hambre ni de frío, una masa extraña que ha aprendido a fingir que siente. Pero... muy dentro de ella, estoy yo, frágil, dudosa, con mis ganas de llorar de siempre, preguntándome qué es todo esto.
miércoles, 10 de junio de 2015
Rojo. Azul. Negro. Amarillo.
¡Cuánta falta me haces! ¿Dónde estarás? Quizás sobre un puente tapizado de nieve; un viejo puente de madera, olvidado entre las levedades de algún paisaje japonés. Tu mirada, quizá escarchada, se deshace entre los grises pálidos.
Dos, cuatro, seis, ocho, diez... Mis pasos están vacíos, mi mundo en negativo. Me haces falta. En los días cálidos, en las noches claras, cuando la luna me sonríe, cuando el sol me quema. Estás... en el corazón estrellado del carambolo que crece en mi jardín, en la quilla del barranquero que me visita en las mañanas soleadas. Pero no te veo. En la geografía de mis brazos, en los pliegues de mis labios.
domingo, 31 de mayo de 2015
Sirena de tierra
Hoy llueve. Siento que muero. Lloro. Miro al cielo y le pido que me reciba. El dolor en mis muñecas es insoportable, el peso de mis párpados insuperable. ¿A dónde se fue toda la luz? Esa nefasta luz que ha quemado, sin piedad, mi alma con sus verdades, ¿dónde está ahora?
¡Maldita sea! ¡Todo está en tinieblas! Ni el azul de mis sábanas puede absorber mi tristeza, ni el blanco de la luna puede frenar el ardor de mi piel. La esperanza en mí es como el verde de los ojos del gato negro que nunca tuve. Gato de bruja.
Se me antoja tomar el rumbo de la carrilera, llegar al mar y no detenerme, continua., Hundirme, naufragar, quizás flotar. mi olor a sal delata que vengo del mar. Dejar que los erizos de mar me desinflen, deshacerme de esta embarcación en la que nací, en la que ya no quiero flotar más.
Se deshacen las nubes en lluvia, se me suben las hormigas al cuerpo, tal vez me esté pudriendo. Alguna vez tuve ansias de reconstruirme, ya no sé.
Tengo el vacío infinito en el centro de mis manos, en medio de mis pechos, en mi ombligo, en el camino que surca mi espalda. En cada hueco, en cada arruga, en todos mis pliegues, en cada cicatriz, debajo de las uñas y en cada esquina de mi cuerpo existe un hambre que no ha podido ser saciada. Me conocen los poetas, los he visto caminar.
Suena una canción triste dentro de mi corazón, algo así como un canon entre el canto de una ballena triste, el gemido quejumbroso de una gaviota y el andar seco de un caracol.