Páginas

miércoles, 26 de mayo de 2010

Cómo si...

Que si ella estaba ahí, como muerta, entre barcos de papel, es que ella no quería morir.

No es necesario nombrar la rosa podrida que llevaba en la cabeza, tampoco el blanco de su cara, estaba ahí y punto.

Estaba ahí, tratando de entender lo que yo decía, pero no podía.

Ella era la duendecita, aquella vestida de viento, que sentía la cara fría y se olvidaba de respirar. Se caía y vomitaba mariposas.

La que caminaba sobre las nubes y le robó los colores al aire.

Que la tonta ésa no tiene vida propia, ¡se alimentaba de las transmutaciones de las fantasías de la gente!

Y creo que ya debería dejar de hablar de ella. Espero no me mate por esto.

domingo, 23 de mayo de 2010

[Es que cuando uno no sabe qué título poner...]


Él era un personaje de negocios, viajaba con sombrero gris, siempre, su sonrisa era impecable y sus ojos azules, llevaba un maletín de ejecutivo, también gris, como todo lo suyo.

No sé muy bien cómo murió, pero murió. ¿Saben? ultimamente me he estado encontrando con él. Me ha contado mucho sobre su familia, sobre su historia; su historia era su familia. Me contó que amaba a su esposa y que tanía una hija, pero que se había vuelto prostituta.

Yo le pregunté si recordaba su muerte, dijo que no, que un día estaba acostado en su cama, contemplando el hermoso rostro de su esposa llorando, que quiso acariciarla pero cuando fue a hacerlo su mano la traspasó, no pudo tocarla, se dio cuenta de que ya no se reflejaba en el espejo y que ya nadie no lo miraba, como si no lo vieran. Así supo que había muerto, pero nunca supo cuándo, cómo o por qué...

Dijo que necesitaba un cuerpo prestado, para terminar su ciclo, sólo necesitaba que un cuerpo lo transportara y lo soportara. Yo le ofrecí el mío y el hombre gris desapareció.

sábado, 15 de mayo de 2010