-Iré, te lo prometo.
-Pronto!, corre!
-Que dices?
-Tres…
-Qué pasa?
-Dos…
-Hey!
-Uno…
-Respóndeme!
-Cero.
Hasta ahí recuerdo, tengo tus labios en mi mente pronunciando esa última palabra. Desapareciste, todo desapareció; sólo había oscuridad, oscuridad infinita.
“C[arta] a V[os]:
Desesperante es estar en las tinieblas y no poder salir cuando a uno le dé la gana, desesperante es que la luz duela y lastime. Desesperante es sentir que no tengo la culpa de quererte tanto, desesperante tener alas y no poder volar, desesperante escuchar y no entender, abrir los ojos y no ver.
Ahora no sé muy bien en dónde me encuentro, sé que es oscuro y vacío, como yo.
Pd: Te extraño hoy más que nunca. ¿Qué día es?”
-Hey! Chico de la gabardina, no pintes con óleo que te manchas.
-Quién más, si no tú, podría decir esas palabras?-Dijiste volteándote.
-Creo que necesito que me devuelvas algo.
-Dime…
-Uno de los tantos abrazos que te regalé.
-No, te lo ruego, deja que me quede con él.
-Entonces regálame uno de los tuyos.
-Claro…
¿Cómo no?, ¿cómo no recordarlo? Si fue una de las cosas más lindas que me pudieron pasar en la vida!
-Estás aquí conmigo!
-¿Cómo no estarlo?
-La otra vez no lo estabas.
-La otra vez tú tampoco.
-¿Qué es esto?, ¿dónde estamos?
-Estamos juntos ahora, el resto no importa.
-Estamos…juntos…?
-Puedes comprobarlo-dijiste y pusiste tu mano en frente mío. Extendí mi mano y nuestras palmas quedaron unidas.
-Es cierto! No sabes lo feliz que estoy porque hayas vuelto.
-Pero si fuiste tú la que viniste.
-¿Qué importa si yo vine o tú volviste? Estamos juntos.
Metí la mano en el bolsillo de mi abrigo y toqué el papel perfectamente doblado, lo arrugué entre mis dedos, recordando que la realidad ya no existía.
Te miré, tus ojos negros estaban ahí, como siempre, esperando a los míos. Te miré, me miraste, así como suele pasar, y los dos sonreímos. Recuerdo tu cara sonrojada, recuerdo que me dijiste: estás rojita, rojita.
Te acercaste a mi oreja y susurraste:
-Te amo…
-Grítalo.
-Te Amo!!!
-Yo más!!!
-Aún tienes mi suspiro?
-Sí-te respondí. Buscaste detrás de mi oreja.
-Aquí está, ni lo habías tocado.
-Tenía miedo de que se escapara si lo sacaba…
-Toma, guárdalo bien.
Tomaste mi mano y la abriste, pusiste el pañuelito arrugado y la volviste a cerrar. Apreté mi mano, pude sentir tu suspiro susurrando y quejándose, se estaba asfixiando. Abrí la mano y lo vi estremecerse, tembló ligeramente, “está vivo”, pensé; levanté una de las cinco puntitas del pañuelo y sentí la mano fría, levanté otra puntita y una tercera resbaló sola, por último quité la cuarta puntita y no hizo falta retirar la quinta… el suspiro anduvo unos milímetros y con una de sus pequeñas alitas transparentes se la quitó.
Se paró en el borde de mi mano y miró hacia abajo, aleteó un poco, dio un par de saltitos y se echó a volar, vistiéndolo todo de frío blanco. Deshojó algunos árboles a los otros los volvió esculturas de hielo, tapó el sol con una nube de nieve, bajó la niebla a nuestros pies y puso un par de gotitas heladas en cada ojo de nosotros.
3 comentarios:
¿Que pasó? Este blog se vovió tan malo que nadie comenta? ni lee...
Me gustó especialmente los dos últimos párrafos, la descripción del suspirito.. jeje me encantó.
:)
Ay! gracias! en serio!
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