Me pregunto hasta qué punto puede llegar a afectarme la ridícula cantidad de dosis de represión que me doy. Tal vez a eso se deba la hendidura entre mis pechos, tal vez a eso se deba la irremediable, continua e insecable humedad en mis pestañas. Es esa asquerosa desconfianza en mí y en todo cuanto me rodea, son esos "puedes confiar en mí" que son más nada que la nada (porque la nada, al fin de cuentas, es algo).
Es esa incapacidad de la poca humanidad que queda aún en la humanidad, con todo y su hirónica hilaridad, para manejar la atención. Es la incapacidad mía para comprender que soy nada y que en realidad nada nunca importa.
¿Hasta cuándo se prolongará?, ¿hasta cuando yo quiera?, ¡mentira!, la nada es incapaz de querer.
He dicho.
Pd: Si posee usted un oído caritativo por favor llámeme o búsqueme que yo lo voy a estar esperando.
1 comentario:
No creo que me llame ni que venga a buscarme.
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