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martes, 5 de abril de 2011

Que me pudra yo por ser tan pesimista

A veces me pierdo pensando que no hay nada que buscar, pensando en que tal vez la pelea ya acabó, que no hay nada más por qué luchar; pero miro a mi alrededor y sólo veo caras lánguidas y cuerpos famélicos que me miran afligidos e hirientes, como si fuera yo la causante de todas sus desgracias y, como siempre, allí está usted.

Entonces cruzo la línea entre el cielo y el mar, me alejo de ellos, de ellos y de usted; viajo por los octubres, por los abriles, me convierto en esas nubes negras que cubren las cabezas de la gente y, por supuesto la suya, últimamente. Supongo que como nadie, ni usted, puede sentir lo que las nubes dicen, soy una nube. Ellas me quieren, me dibujan, me oyen, se ahuecan para dejarme ver las estrellas en las noches de neblina, y es que yo soy su hermana.

Me doblo como un cactus seco, allí al lado suyo, sin que usted me vea, y me escabullo en sus bolsillos, le revuelco las cositas que allí guarda; me le meto por la boca, duermo sobre sus muelas; me le siento en las orejas y le susurro cositas que usted no comprende, usted no sabe que yo existo.

Sin embargo, yo sé que a usted le gustar ver mis paisajes, estos paisajes que no todos pueden comprender, estos paisajes que yo pinto para usted y que usted no sabe; usted los ve, yo lo sé.

Usted los ve, usted los ve, usted los ve, usted los ve, usted los ve y luego sólo quedan obsesiones frías sobre mi espalda, se me trepan por los hombros y se balancean en mi pelo. Ah, mi pelo, el que he dejado crecer justamente para ellas, para que puedan acomodarse mejor en mi cabeza y no se quieran ir. En parte lo hago porque hay algo en mí que no quiere abandonar esta realidad aplastante, porque todos dicen que mi pelo es bonito y lo que no saben es que lo bonito de mi pelo es que está hecho de obsesiones frías que usted ha puesto sobre mi espalda para que suban por mis hombros, se balanceen en mi pelo y se quedan allí para siempre.

Así que, así pensando, llego a la conclusión de que la realidad aplastante que vivo y esas caras lánguidas y cuerpos famélicos, de los que yo hago parte, están formados por sus recuerdos, también lánguidos y famélicos. Sí, es todo culpa suya, es únicamente suya porque a mí no me gusta aceptar cuando la culpa es mía, entonces es suya y punto.

Y… como lo que me llevó a usted fue justamente esto, dibujarle paisajes en letras, entonces me voy, no vuelvo a joderlo más, no vuelvo a escribirle ni a mirarle ni a hablarle. Me harté de esa lejanía estúpida de la que usted forma mis obsesiones, de esa cara de imbécil que pone cada vez que me recuerda, del miedo que le produzco, me harté de su pelo.

PD: Necesito una nueva inspiración, pero ¿cuál?, si usted ya no existe ¿a qué le escribo?, ¿de qué escribo? Necesito salir, sí, voy a escribir de aquellas personas con las que salga, voy a disfrazar la realidad con colorcitos lindos, pasteles y cursis. Ah, se me olvidaba, no tengo con quien salir porque siempre me hacen cara de quépereza.

1 comentario:

Violeta Lunareja dijo...

Parcerita!!! de dónde sacas tanta cosa vos?? Jejeje me encanta leerte!
Un abrazo! =)